Hace rato que uno viene interesado en la pelea de las mujeres (y otros colectivos que podríamos englobar en un "no-hombres-cis") por estar reconocidos como sujetos de derecho a la par de los hombres cisgénero.
Seguramente habrán estarán al tanto de las marchas #niunamenos o el debate que se dió semanas atrás en el Congreso sobre la despenalización del aborto (lo cual se apoya desde estas lineas). Y si no están al tanto, salgan del termo.
Particularmente, vengo siguiendo estos temas desde hace bastante, antes de que explotara mediáticamente. Como ejemplo basta un botón: hace muchos años que decidí empezar a comprar el Página 12 también los viernes (sólo lo compraba los domingos) solamente porque ese día salen los suplementos Las 12 y Soy.
También vengo empujando desde hace casi una década un movimiento en el grupo de Python Argentina cuya arista más sobresaliente es la de "diversidad dentro del grupo", pero que también versa sobre los derechos de las mujeres en la industria, como cobrar el mismo salario por la misma tarea o destruir el techo de cristal... en general mejorar las condiciones en todos los ámbitos: laboral, obvio, pero también en todos los otros espacios, como conferencias, reuniones, etc.
¿Qué tiene que ver todo esto con mi cuerpo?
Yo, como hombre cisgénero heterosexual, reconozco que me encuentro entre el grupo privilegiado. Dice Malena Pichot en un texto que les recomiendo: "Quienes somos cis heterosexuales, con alguna serie más de privilegios encima, tenemos la absoluta responsabilidad de hacer algo, de no ser cómplices del sistema que nos beneficia a nosotros en detrimento de otros".
Por mi parte, hace rato que tomé la decisión de no tener más hijos. A Felipe y Malena los amo con el alma, los disfruto, los adoro, pero no quiero tener más hijos. Entonces, entra en juego el control de la natalidad. Y acá es donde nos metemos en un terreno que también históricamente fue dominación de los hombres: el cuerpo de las mujeres.
Es que cuando de control de natalidad se habla, siempre se hace hincapié en las mujeres y en formas de que no puedan procrear, desde la ligadura de trompas, pasando por la colocación de un DIU hasta las pastillas anticonceptivas con todos las implicaciones a nivel hormonal que tienen.
Lo importante es tomar la responsabilidad sobre las decisiones. YO no quiero tener más hijos. Entonces, YO tengo que actuar en consecuencia. Lo que corresponde es hacerme una vasectomía. Y me hice una vasectomía.
¿Qué es una vasectomía? Una operación sencillita que se basa en cortar el tubito que lleva los espermatozoides (producidos en la vesícula seminal) al testículo (que produce el resto del semen). Entonces, el semen producido no contiene más espermatozoides! A lo bruto, seguís disparando como siempre pero con balas de salva :p.
Yo pedí turno con un urólogo, me saqué todas las dudas (un poco trata de disuadirte), me mandó a hacer un par de estudios pre-operatorios de rutina, y luego la operación, que es ambulante y bastante rutinaria. Una semana con los testículos hinchados, y otra sin poder hacer ejercicio. Un control un par de semanas después, y otro un par de meses después. Y listo.
Se siente bien poner el cuerpo donde uno tiene la ideología.
De yapa, les dejo un hilo de twitter muy gracioso de Emanuel Rodríguez (a quien yo "sigo desde Cemento") sobre este tema.