Este verano volvimos a Piedra del Águila, en modo vacaciones pero también visita a mi hermana y cuñado, que viven allá desde hace unos años.
El viaje es largo, especialmente para los niños, pero haciéndolo en dos tirones (o sea, en dos días, durmiendo en algún hotel en la mitad del viaje) se hace soportable. Pero tampoco es para hacerlo seguido, y es en parte por eso que pasaron tres años desde la última visita.
En aquella oportunidad pusimos carpa en el terreno de los chicos, y los ayudamos a empezar a construir las habitaciones. Esta vez las habitaciones estaban totalmente terminadas y habitables, más el taller donde funciona la imprenta, más el garage (que usamos como habitación nuestra), más un montón de comodidades (como el horno de barro!).
Hicimos bastante fiaca durante las vacaciones... yo, por ejemplo, dormí siesta todos los días (normalmente no duermo), leí un montón, charlamos mucho, comimos demasiado. Aprovechamos bastante el horno de barro: hicimos pollo y cordero, siempre con verduras que al horno de barro quedan geniales, incluso el choclo.
También paseamos bastante. Hicimos algunas actividades cortitas y cercanas, como subir hasta el águila representativa del pueblo, pasar una tarde en el perilago, una caminata al cerro que está al lado de la casa de los chicos, pasamos una tarde en un lugarcito muy lindo aguas abajo del embalse Pichi Picún Leufú, e incluso hicimos una caminata bastante complicada para llegar a una bahía que nos habían contado, con visita incluída a los restos de una ciudad abandonada.
Quizás la que más se destaca de todas las actividades que hicimos en Piedra del Águila fue escalar la pared vertical de una formación que corona un cerro de las afueras de la ciudad.
Fuimos guiados y supervisados por Esteban Martinez, que ya había subido y colgado las sogas de seguridad. La caminata hasta arriba del cerro no fue simple (ni la bajada, especialmente para mí, que llevé casi todo el tiempo a Malena a upa), pero llegamos a una pequeña superficie casi horizontal al costado de la pared. Allí fuimos escalando por turnos, trepando a la roca con la fuerza de piernas y brazos, mientras que alguien desde abajo mantenía tensas las cuerdas de seguridad, por las dudas que nos cayéramos (y con estas cuerdas, luego bajábamos descolgándonos). La verdad es que estuvo buenísimo, aunque las primera vez te da un poco de cagazo el estar solamente agarrado/apoyado con manos y pies a varios metros de altura...).
Por otro lado, no sólo nos quedamos en casa de los chicos o hicimos paseos cercanos. En dos oportunidades nos tomamos el día entero, saliendo temprano y volviendo tarde, para hacer una recorrida a algún lugar más lejos y conocerlo.
En uno de esos días nos fuimos al Chocón, a unos 150km al norte de Piedra del Águila. Fuimos principalmente al Museo Municipal, donde está expuesto el Giganotosaurus Carolinii (hasta el momento considerado el dinosaurio carnívoro más grande de todos los tiempos, aún superior al Tyrannsaurus Rex) que se descubrió justamente en esa zona por Rubén Carolini a fines del siglo pasado.
Todo el Chocón está coloreado con la temática dinosauril, y está muy bien que así sea (todas las ciudades deberían explotar más sus capacidades turísticas, siempre hay algo que mostrar). Pero no sólo eso tiene la ciudad, sino unos paisajes hermosos al Lago Ramos Mexía, y obviamente la represa.
Otro día nos fuimos al Lago Huechulafquen. Fuimos desde Piedra del Águila para el sur por la RN237, hasta el Río Collón Curá, y de ahí subimos por la RN234 y la RN40 hasta Junín de los Andes. Ahí almorzamos, y seguimos camino al lago. En este último tramo tardamos bastante, porque no sólo es de ripio, sino que hay caminos de cornisa sinuosos y en pendiente, nada trivial de recorrer pero tampoco algo imposible, sólo se tarda más de lo calculado (y también porque nos clavamos una siesta a la mitad de la recorrida :p ).
Obviamente, los paisajes pagan todo eso con creces.
La vuelta la encaramos un par de horas antes de que anochezca, es que quería hacer sí o sí todo el camino hasta Junín de los Andes y también la ruta desde ahí hasta el cruce con la 237 antes que sea noche cerrada, por seguridad y comodidad.
Entre una cosa y la otra se fueron pasando los días y tuvimos que regresar a casa. Hace rato que no nos tomábamos más de una semana de vacaciones, y lo disfrutamos un montón, pero también te dan ganas de volver a casa, :)