Luna de miel

Lo que sigue a continuación no es una descripción detallada de todos los lugares que visitamos, profundas impresiones que obtuvimos, ni puntillosos relatos de nuestras aventuras. No.

Como se dio que en este viaje no tenga laptop, todo lo que aparece en este post fue escrito luego de volver (en el viaje lo único que escribí fue el post del casamiento en sí), así que sólo pretende ser un recorrido superficial de por donde estuvimos, a donde fuimos, etc...

Les dejo las fotos que sacamos, también. Luego de filtrar todo lo que salió feo/movido/oscuro/etc., terminamos con 1140 fotos... pero como son demasiadas para ver de forma casual, elegí las mejores, están acá!.

Llegada

Al otro día del casamiento, nos levantamos, bañamos, y desayunamos en la casa de Adrián, y salimos tempranito para casa, que teníamos que terminar de armar todo. Adri nos acompañó, y luego nos llevó en su auto hasta el aeropuerto (todo corriendo, porque era medio tarde, pero igual tuvimos que parar a mitad de camino para que mi vieja nos dé la cámara, que yo se la había dejado a ella pero luego me había olvidado de pedírsela).

Llegamos bien al aeropuerto, y luego de los trámites (y esperas) habituales, subimos al avión. El tercero de nuestra fila de tres nunca apareció, así que el vuelo de ida fue relativamente cómodo. Vimos un par de pelis, leímos, comimos mucho (entre snacks, cena, desayuno y no sé que más, nos dieron morfi como cuatro o cinco veces..), y dormimos como pudimos.

Llegamos tempranito, levantamos las valijas y fuimos hasta la estación de tren interna al aeropuerto y compramos los pasajes de tren que nos llevaría hasta Gorizia en tres tramos: el primero era del aeropuerto de Fiumicino a la gran estación de tren de Roma: Termini. De ahí tomábamos el tren largo-largo, que nos llevaba directamente a Venezia, con menos paradas que los regionales... y tardaba como cuatro o cinco horas. Luego en Venezia nos tomamos otro regional, este sí a Gorizia, finalmente (aunque creo que nos tomamos otro tren, porque el que era el nuestro no coincidía la info del pasaje y de la cartelera... pero preguntando se llega a todos lados).

En la estación de tren nos estaba esperando Agata (¡se escapó del trabajo!), que nos llevó a su casa, donde pudimos desembarcar finalmente. Pero apenas dejamos las cosas, porque rápidamente volvimos al centro, Agata a trabajar, y nosotros a pasear hasta la hora en que ella salía de trabajar. Con Moni caminamos un rato por la calle más comercial de la ciudad, pero como era lunes (y los lunes la mayoría de los negocios están cerrados allí), no vimos demasiado. Pero pasear siempre es lindo, :)

Cuando Agata salió de trabajar nos fuimos a comer a un restaurant que estaba lindo. Comimos bien, aunque la entrada fue mucho mejor que el plato principal... y charlamos tanto tanto, :). Luego volvimos a la casa de Agata, y ya había llegado Edu, así que seguimos charlando un par de horas más, revisamos el mapa del viaje al día siguiente, intercambiamos regalos, y finalmente nos fuimos a dormir.

Al otro día, desayunamos con los chicos y con Moni agarramos el auto y nos fuimos a Eslovenia, a las grutas de Postojna. ¡Impresionantes! Con sólo decirles que para entrar uno se toma un tren que recorre dos kilómetros y recién uno se baja y empieza a caminar, se dan una idea de sus dimensiones.

Las grutas, en Eslovenia

Luego comimos en un barcito del complejo mismo, y terminamos la tarde viendo algo de fauna autóctona de las grutas, en un museo/vivero que había. Lo más interesante del mismo es el Proteus anguinus, una especie de rara salamandra que sólo se encuentra en cuevas de esa zona, y que por la forma y características se lo llama Pez Humano, y hasta se creía en un momento que eran crías de dragones... y todavía no estoy seguro que no lo sean, ;)

Gran paseo

Al otro día arrancamos también temprano pero con un programa más extenso: recorrer algo del norte de Italia.

Agarramos la autopista y nuestra primer parada era Padova. Luego de muchas vueltas y una espera de media hora pudimos estacionar, y salimos a recorrer un rato. Lo más piola que encontramos fue la feria, con un montón de frutas y verduras raras, :) Pero paseamos bastante, y luego de comprar el almuerzo en un supermercado, arrancamos para el próximo destino (¡no queríamos que se nos haga de noche!).

Cuando llegamos al Lago di Garda, más específicamente a Sirmione, una pequeña ciudad en la punta de una península que entra en el lago. Hermoso, tanto la vista como el castillo. Paseamos bastante aquí también, incluso bajo la llovizna, y recién nos fuimos cuando empezó a anochecer, que todavía nos quedaba bastante viaje.

Sirmione, en el Lago di Garda

Esa noche la pasábamos en Parma, y aunque salimos de Sirmione con la tarde ya ida, llegamos al hotel a eso de las ocho, ocho y media de la noche (y eso que pegamos un par de vueltas para encontrarlo...). Hicimos el check-in, y salimos a pegar un par de vueltas al centro de la ciudad.

No encontramos ningún lugar piola para comer, así que compramos un par de cervezas y nos volvimos al hotel, donde picamos algo, leímos, vimos televisión, hasta que nos fuimos a dormir.

Al otro día desayunamos en el hotel y partimos para la costa del Mediterráneo. El viaje estuvo medio complicado, porque era una permanente sucesión de túneles y puentes (donde no pasaba nada abajo, pero era la ruta misma levantada al nivel del túnel), y en estas partes el viento sacudía todo el auto, mal.

Pero llegamos sin problemas a la zona de Cinque Terre. Como bien lo dice el nombre, son cinco tierras, pero nosotros por tiempo sólo pudimos visitar una ciudad, Riomaggiore.

Riomaggiore, una de las ciudades de Cinque Terre

Yo ya la conocía, pero no por eso dejé de maravillarme de lo linda que es. Además, yo en su momento había llegado medio de noche, y los paisajes son realmente impresionantes. Más aún, el mar estaba furioso, lo cual le da mucha belleza a una ciudad con lindas escolleras.

Paseamos un rato, y pretendíamos hacer el Sendero de los Enamorados, pero estaba cerrado por mal tiempo. Y bueno, la próxima será.

Luego de tomarnos un café para el frío, arrancamos para el próximo destino: Viareggio. Esta es una linda ciudad costera, que en temporada de verano debe ser absolutamente hermosa. Pero entrado el otoño es lo mismo que Santa Teresita en Junio, así que pegamos una vuelta, entramos en la playa a saludar al Mediterráneo, y continuamos.

Cuando llegamos a Pisa lloviznaba. Dejamos el auto a un par de cuadras de la Plaza de los Milagros (que es donde se encuentra la famosa torre, la catedral, el baptisterio, un par de museos, y cuatrocientos puestos de venta ambulante). Llegamos a dicha plaza en un momento lumínico muy particular: el sol se estaba poniendo, y el muro que separa la plaza de la ciudad echaba sombra sobre todo el parque, pero el sol pegaba directamente en los edificios:

La torre de Pisa

Paseamos, sacamos fotitos, y a diferencia de mi última visita en el lugar, entramos a los edificios. Subir a la torre en sí es todo un experimento que no preví, ya que la inclinación a la que uno se somete va cambiando al recorrer la escalera en espiral, y es interesante experimentar este fenómeno. La vista de la plaza y de toda la ciudad, desde arriba de todo, también está buena (y eso que la torre no es muy alta...).

Luego entramos a la catedral. Imponente, pero no deja de ser una iglesia, con todas las connotaciones negativas que eso implica. Así y todo estuve mirando la forma de construcción (gracias Diana por recomendarme Los pilares de la tierra), y me maravillé con el órgano.

Salimos ya de noche, y con bastante lluvia. Cuando llegamos al auto estábamos bastante mojados, pero el viaje a Lucca, donde pasaríamos la noche no era largo. Esta vez llegamos al hotel, dejamos las cosas y comimos en el restaurante del mismo, porque estaba en las afueras y no teníamos ganas de entrar a la ciudad.

Al otro día nos levantamos tempranito, desayunamos profusamente, y salimos derechito para Firenze. Llegamos entrada la mañana y estuvimos un buen rato hasta que pudimos estacionar. Encima andábamos cortos de monedas, así que pudimos poner el parquímetro en sólo 2 horas. Empezamos a caminar entonces la ciudad, pegando toda una vuelta por un sector y volviendo al auto justo cuando vencía la hora. Pusimos tres horas más y volvimos a pegar toda una gran vuelta, llegando ya al auto al atardecer.

El puente viejo de Firenze

Los dos paseos por la ciudad estuvieron muy bien. Nos metimos por todas las callecitas, siguiendo un mapa que nos mostraba qué había piola para ver, y caminamos bastante. Lo mejor fue Ponte Vecchio, y la ribera del Arno en general.

El hotel donde pasaríamos la noche estaba en Firenze mismo, pero tardamos tanto en llegar como si estuviera en otra ciudad a decenas de kilómetros de distancia: entre el caprichoso diagrama de calles, con las manos y contramanos tan complicadas, que la mitad estaban arreglándose y cortadas, y que nuestro hotel estaba cerca del río, ¡terminamos llegando recién luego de un par de horas! El hotel no tenía estacionamiento... es más, tampoco era un hotel-hotel, sino una casa vieja medio remodelada, con espacios comunes y todo.

Hicimos el check-in, y salimos a caminar un rato... terminamos comprando algo en un super, para comer, y volvimos al hotel a comer en una gran mesa que había en el patio. Cerveza, jamón crudo, mortadela, maní, dos tipos de queso (no me acuerdo cuales), otros salados... un picnic de lujo, :)

Al otro día, luego de desayunar, salimos a pasear, a recorrer un poco más la zona. La idea era también entrar a la Galería Uffizi, pero las demoras en la cola para comprar el ticket y luego para entrar nos impidieron hacerlo: no íbamos a perder tres horas solamente esperando.

Una esquina de Florencia

Así que volvimos al hotel, agarramos las cosas, y emprendimos viaje de regreso. Entramos en Bologna, donde pegamos una vuelta con el auto por los alrededores, mientra yo le contaba a Moni algunas de las cosas que había conocido por allí, y luego ya agarramos la autopista hacia Gorizia nuevamente. Aunque no era tan tarde, terminamos llegando bien entrada la noche (que no era la idea), pero alcanzamos a comer con los chicos: luego de poner un lavarropas nos fuimos a Basket, un restaurante donde hacen pizzas que no estaban nada mal (no le tengo mucha estima a las pizzas de Italia, pero estas estaban ricas, quizás por eso los chicos nos llevaron ahí).

Días varios

Al otro día, domingo, fuimos los cuatro a visitar Venezia. Al fin podíamos viajar con los Agata y Edu, lo que nos hizo más disfrutables los paseos. Fuimos en tren, porque estacionar es un bardo en Venezia (más bardo que en el resto de las ciudades, digamos). El viaje no era corto, pero entre el mate, una torta buenísima que había hecho Agata, y los partidos de brisca de a cuatro (que habíamos aprendido el día anterior), se nos pasó volando.

Yo no conocía Venezia, y me encantó, incluso aunque estaba con mucha mucha neblina (lo que por otro lado le daba un encanto raro).

Venezia

Estuvimos todo el día paseando, subiendo, bajando, recorriendo, sacando fotos. Finalmente decidimos volver, e intentamos tomar el tren de las 16:05. Empezamos a caminar de regreso, luego a caminar un poco más rápido, y finalmente terminamos corriendo las últimas cuadras. Pero no llegamos, por dos o tres minutos, :s.

En lugar de esperar dos horas para el próximo, decidimos tomarnos otro con cambio en Monfalcone (donde teníamos unos cuarenta minutos de espera, pero igual llegábamos como media hora antes a Gorizia). Dentro de todo no estuvo mal, porque la espera la aprovechamos tomándonos una cerveza en un bar enfrente de la estación, y viendo la largada y primeros diez minutos de la última carrera de fórmula 1 del año. Encima llegamos a la casa de los chicos para ver los últimos quince minutos de la carrera (apasionante final, por cierto).

Como el lunes a la mañana Agata no trabajaba (Edu tenía también un par de días libres por cambio de turno), aprovechamos y nos fuimos hasta Trieste, a ver el castillo de Miramar. Nunca había estado en un castillo "moderno", y aunque es un estilo de vida que desapruebo, tenía un montón de detalles curiosos e interesantes, un jardín bárbaro, y una vista espectacular.

Al mediodía volvimos a casa, donde Edu nos hizo unos fideos a la carbonara que estaban muy bien. Como a la noche venían los tíos de Agata a comer, fuimos al supermercado, y Moni hizo un flan. El resto de la tarde la pasamos ordenando ropa, regalos, bártulos, etc.

Los tíos de Agata no sólo venían a comer, sino que nos traían la comida: habían preparado comida típica de la región (la región se llama Friuli) para agasajarnos a nosotros, :D. Primero comimos Iota, que es una especie de sopa o guiso con papa, porotos, cebollas, chorizo y una especie de nabo rallado (nabo que se deja embeber primero en el mosto que queda al procesar las uvas para vinos), y luego degustamos el Frico, una especie de tortilla hecha con cebolla, dos o tres tipos de quesos, y papas... ¡pero sin huevos!. Y como si esto fuera poco, cuando se estaban yendo nos regalaron una Gubana (que es una torta dulce con pasas de uva), para que nos trajéramos a Argentina. ¡Qué bárbaro como charlamos y comimos esa noche! :)

Comimos como cerdos, :)

El martes nos volvimos a levantar tempranito y partimos para Austria. La idea era conocer un pueblito super pintoresco, Velden, pero fuimos en un mal momento, porque ya había terminado la temporada de verano, y todavía no había comenzado la temporada de invierno... ¡estaba todo cerrado!

Pero paseamos bastante, y almorzamos en un barcito del lugar, probando cositas locales. Los paisajes, muy lindos, los colores de otoño, más lindos aún.

Cuando volvimos a la casa de los chicos terminamos de armar las valijas, preparamos todo para irnos, y comimos con los chicos unos fideos con camarones que estaban bárbaros.

Esa noche partíamos a Roma, con un tren que salía desde Monfalcone, así que cuando terminamos de comer subimos todo al auto, porque los chicos nos llevaban hasta allá. Pero nos perdimos en las callecitas internas, pegamos vueltas un rato, y como habíamos salido muy justos, ¡terminamos perdiendo el tren! Los chicos se pusieron peor que nosotros, porque lo tomaban como que era culpa de ellos, pero con Moni no nos calentaba demasiado, porque después de todo estábamos de vacaciones y paseando, y después de todo lo que menos queríamos era que ellos se pelearan o pusieran súper mal por una tontería. Así que volvimos a casa, sacamos de nuevo las valijas, y nos fuimos a dormir...

El día siguiente lo teníamos "gratis", porque no habíamos planeado nada, así que aprovechamos que estaba soleado y fuimos a visitar el castillo de Gorizia, que le teníamos ganas. Fuimos con el auto, temprano, pero el castillo estaba tan bueno que se nos pasó volando la mañana y nos quedaba todavía la mitad! Moni tenía ganas de cocinarle a Agata (Edu estaba laburando), así que pasamos por un supermercado, compramos algunas cositas, la pasamos a buscar a Agata por el laburo y nos fuimos a casa, a almorzar.

Recorriendo el castillo

A la tarde volvimos a ir al castillo, pero ahora fuimos en bicicleta, así que el paseo en sí estuvo buenísimo. Volvimos a tiempo para tomarnos unos mates con Edu, y luego pasamos a buscar a Agata por el laburo, y fuimos todos al cumpleaños de la jefa y comadre de Agata, en un pub cerquita. Pero no nos quedamos demasiado, porque salimos (ahora con tiempo) para Monfalcone, a tomarnos finalmente el tren.

La despedida fue rápida, pero no superficial. Con Moni nos pusimos bastante tristes, por todo lo que habíamos pasado con los chicos, y cómo nos llevábamos con ellos, ¡pero ya nos volveremos a ver!

Roma y vuelta

El viaje en tren a Roma era directo, y tardaba unas ocho horas. Pero habíamos comprado pasajes en camarote, así que dormimos todo el viaje. No se puede decir que era recontra cómodo, pero zafaba, y es mucho más piola aprovechar la noche así, que viajar de día.

Llegamos a las seis y monedas de la mañana, a una de las estaciones de Roma, y como no era cerca del hotel, nos tomamos un subte. El problema es que cuando subimos al subte, tipo siete, estábamos ensardinados, porque era hora pico. Ir con tres valijotas no ayudó, pero estuvo bueno. De la estación de subte luego caminamos unas cuatro cuadras, y llegamos al hotel.

Roma es un quilombo, como toda gran ciudad: tránsito de locos, mucha gente, todo sucio. No me gustó demasiado como "ciudad", pero tampoco era lo importante.

Luego de desayunar en el hotel, salimos a pasear. Fuimos siempre caminando, visitando distintos puntos de interés, hasta que llegamos al Coliseo, ¡imponente! Aquí decidimos aprovechar el consejo de Agata, y entramos a conocerlo por dentro. Alquilamos una audioguía (un dispositivo electrónico con grabaciones, que te va contando las distintas partes del paseo), la verdad es que estuvo buenísimo.

Ruinas en Roma

Salimos del Coliseo ya con poco tiempo antes del atardecer, así que caminamos rápido a otros dos puntos que queríamos visitar: la Fontana di Trevi, y Piazza Spagna. No nos impresionó demasiado, quizás porque ambos lugares estaban saturados de gente, y no se podían apreciar tranquilos. Esa noche volvimos al hotel, y luego sólo salimos a comer, porque estábamos muy cansados.

Al otro día fuimos a pasear por el Vaticano. Yo quería conocer la Capilla Sixtina, el resto no me interesaba demasiado. Paseamos un rato por la Plaza de San Pedro, pero luego no entramos a la basílica porque había demasiada cola, y además nos dijeron que desde el Museo se podía pasar a la basílica. Así que fuimos al museo, y luego de caminar todos amontonados con demasiada gente alrededor, por infinidad de pequeñas llegamos a ver la famosa obra de Michelangelo.

Seguimos paseando y caminando, pero ya nos habíamos cansado de tanta gente y ese amontonamiento, así que no nos fuimos a la basílica, sino que decidimos salir del lugar. Seguimos paseando por la ciudad, y terminamos en la Plaza del Pueblo.

Pero ya atardecía, así que decidimos volver al hotel, a dormir una pequeña siesta para poder salir a la noche. Es que nos habían recomendado no dejar de visitar el Coliseo y la Fontana de Trevi con su iluminación nocturna, y la verdad es que es hermoso.

El Coliseo, de noche

Comimos y volvimos al hotel, bastante cansados. Al otro día nos levantamos, desayunamos, preparamos todas las valijas, e hicimos el checkout pero dejamos todo en el hotel y salimos a pegar unas últimas vueltas.

Esta vez más complicados por la lluvia, caminamos sin demasiado rumbo, fuimos paseando por ahí. Hasta que decidimos que era hora, y nos tomamos el subte de vuelta al hotel. Agarramos las cosas, y emprendimos el regreso.

Caminamos hasta la estación de tren, fuimos hasta el aeropuerto, despachamos las valijas, esperamos, y ya nos subimos al avión que nos trajo de regreso a Argentina y a nuestra casita (gracias Má por traernos desde el aeropuerto).

¡Fue una luna de miel inolvidable!

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