La primera reacción de Roxana cuando se iluminó el salón fue gritar, pero su alarido se apagó en su garganta, quedando deslumbrada y tiesa. Bruno y Adrián cerraron los ojos instintivamente, cegándose momentáneamente porque no llegaron a hacerlo a tiempo. Bruno pensaba que había tanta luz que podría ver donde pisaba a través de sus párpados cerrados.
Luego de muchos segundos, la intensidad de la luz comenzó a decaer y finalmente se tornó soportable. Los tres se permitieron abrir los ojos y se deslumbraron nuevamente. Ahora no por la iluminación, sino por la maravilla a la que se enfrentaban.
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