–Buenas tardes.
–Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlo?
–Vengo a denunciar una amenaza de muerte –dijo tranquilo Bruno.
El oficial de policía, poco acostumbrado a ese tipo de trámites, lo miró extrañado–. Sígame por favor.
Bruno acompañó al oficial a una habitación donde había solamente una mesa y varias sillas. Vio por la ventana como el oficial que lo había atendido se acercó a una persona de civil que estaba trabajando en un escritorio y le dijo unas palabras. Este abandonó lo que estaba haciendo y entró a la habitación.
–Buenas tardes, soy el Inspector Johansen –se presentó.
–Bruno Becker –le contestó mientras le estrechaba la mano.
–Soy el oficial a cargo de la investigación de los asesinatos –explicó el policía–. Explíqueme por favor lo sucedido.
Bruno contó que se había ido de vacaciones, y que al volver encontró la amenaza de muerte en su puerta, que desde ese momento había estado en un hotel, y que no había entrado a su casa ni a su oficina desde ese momento. No dijo palabra sobre Di Francesco, sobre Ganduxer, ni sobre esa retahíla de documentos y papeles raros que formaban parte de sus últimos días.