Arrancamos el sábado 26, tempranito tempranito, ya que el viaje era bastante largo. Como pasábamos por Rosario, decidimos entrar y pegar una vuelta.
Y, por supuesto, visitar el Monumento a la Bandera. Lamentablemente el tiempo no acompañó, y tuvimos que esperar un rato que baje un poco la lluvia para salir (de paso comimos en el auto, nos hicimos unos sanguchitos con cosas que habíamos llevado y otras que habíamos comprado ahí).
Luego seguimos viaje. Llegamos a la zona del Valle de Calamuchita bastante tarde, pero aún de día (gracias a la longitud en la que estábamos y a la hora adelantada). Pero desde la ruta a Villa Berna en sí el camino lleva tiempo, porque es un mejorado bastante complicado, y como era la primera vez que lo hacíamos tardamos bastante.
La cuestión es que llegamos a la Villa totalmente a oscuras. Luego de pegar un par de vueltas encontramos las cabañas. Nos estaban esperando, así que no tuvimos mayor inconveniente.
La cabaña era una casita de un ambiente con una cocinita en una esquina, un baño, y nada más. Pero estaba lo suficientemente equipada: horno, anafe, heladera, mesita, tele (que usamos poco), etc. Tenía también, afuera, una parrillita no techada.
Al llegar, bajamos todas las cosas, comimos algo, y a dormir.
Al otro día decidimos visitar La Cumbrecita. Nos fijamos en el mapa, y estábamos a unos 7 km. Le pregunté a Chaghi cual era la velocidad de caminata no forzada, y me dijo que unos 4 km/h (el viaje caminando serían menos de dos horas), así que decidimos ir a pata. Hicimos el viaje de ida en una hora y cuarenta, y el de vuelta en una hora y treinta y cinco minutos. Nada mal. El día estaba despejado, así que disfrutamos de unos paisajes bárbaros.
Allá en La Cumbrecita no hicimos demasiado, porque mal que bien estábamos cansados. Así que pegamos una vuelta ínfima, almorzamos en un lindo restaurant suizo, y nada más. Luego de volver a casa, boludeamos un rato y nada más en el día.
El lunes amaneció lindo, también, y decidimos pegarnos una vuelta por Villa General Belgrano. Cuando llegamos el cielo se estaba complicando, pero tuvimos tiempo de pasear por la calle principal, almorzar en una fábrica de cerveza (que visitaríamos luego), y volver a pasear un poquito más.
Queríamos comprar unas cosas en el súper, pero la lluvia nos empezó a correr, así que volvimos al auto y buscamos así un supermercado. Cuando lo encontramos, la lluvia ya era torrencial. Compramos algunas cosas, y cuando salimos... ¡la lluvia era mucho peor!
Temí realmente por el viaje de vuelta, ya que los 16 km de mejorado que teníamos para entrar a Villa Berna no parecían muy amigables con la lluvia. Pero en el viaje de Gral Belgrano hasta ese punto la lluvia amainó y casi que paró. Y el mejorado realmente se bancó el agua, así que no tuvimos problema. Eso sí: llegamos a casa como a las cinco de la tarde, y había un sol bárbaro, pero el día ya estaba terminado, :(
El martes también amaneció lindo. Fuimos a pasear un rato por el río Intiyaco, el cual no está muy lejos de donde parábamos. Aprovechamos a sacar algunas fotos, y de paso, comprar unos pastelitos y un lindo queso casero. Volvimos a casa, para comer, pero ya no salimos, porque la tarde también vino de tormenta...
El miércoles amaneció feo, pero como ya le habíamos tomado el pulso al clima, decidimos ir a pasear igualmente. Esta vez fuimos a Embalse. El viaje de ida fue bajo una lluvia torrencial, pero ya llegando a Villa del Dique, el cielo estaba despejado. Caminamos un buen rato por el dique, subiendo, bajando a la central hidroeléctrica, etc.
Luego seguimos para Embalse y almorzamos tipo picnic en una especie de islita cerca de la orilla (pudimos entrar con el auto, pero si el agua hubiese subido 5cm, no salíamos...). Leímos, volvimos a pasear, hasta dormimos una siesta (bah, yo, Moni tomó sol, jeje).
Volvimos a la tarde a casa: no llovía pero el clima estaba más o menos. Hacía un par de días que queríamos hacer un asado, y esta era la primera nochechita que veíamos que se podía, así que me puse manos a la obra. Me costó bastante poder prender el fuego, porque estaban húmedos hasta los fósforos... (había guardado unas hojas para prender, pero las prendía y se apagaban solas, de tan húmedas que estaban). Pero finalmente agarró, y pude encender unos carbones. Eso sí, luego empezó a llover intermitentemente, lo cual me hizo hacer malabarismos con el fuego y la carne, pero pudimos comer un rico asadito, bien hecho. Eso sí, un poco tarde, pero todo bien.
El jueves amaneció bastante lindo. Decidimos ir nuevamente a La Cumbrecita; esta vez iríamos con el auto, para poder pasear allá. La idea era hacer una o dos caminatas cortitas, y una actividad de aventura a la tarde, pero la realidad fue otra: ¡nos terminamos perdiendo en la montaña! Esta historia vale la pena otro post para ella solita, así que no les voy a adelantar nada por ahora. El punto es que no hicimos nada de lo planeado, y así se terminó el día.
Al otro día estábamos bastante cansados, así que dejamos cualquier actividad pesada para la tarde y dedicamos la mañana a recorrer un par de ríos (fuimos a Las Cañitas y a Los Reartes). Volvimos a almorzar a casa, con idea de salir a la tarde para hacer la aventura que queríamos hacer, en el Peñón del Águila.
Dudamos en salir, porque la segunda parte del día pintaba para lluvia, pero fuimos igual. A este lugar se podía acceder de dos maneras, en forma peatonal desde adentro de La Cumbrecita, o en auto, a unos kilómetros de la ruta (nos decidimos por esta última alternativa). Un rato antes de llegar, empezó a llover suavecito. Pero un minuto antes de estacionar el auto, la lluvia se volvió torrencial.
Estacionamos el auto, lo apagamos, y decidimos esperar que la lluvia baje un poco la intensidad. Error. La tormenta empeoró bastante, al punto que casi no se veía para afuera del auto. ¡Hasta comenzó a granizar! Estuvimos atrapados como una hora, y en un momentito que amainó decidimos bajar e ir hasta la estación del trencito que nos llevaría a hacer la actividad. Pero la gente que encontramos allí nos dijo que no habría actividad ese día, por lo llovido.
Nos resignamos, y encaramos la vuelta a casa. El viaje de vuelta estaba complicado, porque había llovido demasiado. Pero nunca nos esperábamos lo que encontramos: ¡que uno de los ríos había incrementado tanto su caudal que no lo podíamos atravesar!
La verdad es que dudé si tirarme a pasarlo con el auto, pero no me animé. Esperamos, y esperamos, y se notaba como el caudal bajaba, ya que la lluvia había parado. A los 15 minutos pasó una camioneta grande, 4x4, y lo cruzó despacio. Del otro lado el tipo me avisó que esperara 15 minutos más y lo cruce. Así que seguimos esperando, viendo como el caudal bajaba de a poco (y viendo también como una gran roca que estaba en el río se partía súbitamente por la mitad). Pero como no volvió a llover, finalmente el caudal bajó lo suficiente, y pudimos cruzar el río sin problemas, y continuamos el viaje de regreso.
El sábado era el último día de paseo. Decidimos ir a Santa Rosa de Calamuchita, en dónde habíamos visto una linda playita de rocas sobre un río como para tomar algo de sol y almorzar. Luego nos fuimos a terminar unas compras en Villa General Belgrano.
Como salimos temprano, logramos hacer todo y llegar a Gral Belgrano justo sobre la una del mediodía, y pudimos visitar la Fábrica de Cerveza Brunnen. Es una fábrica artesanal, de baja cantidad, y ellos dicen que es cerveza artesanal alemana porque la receta, las máquinas, y parte de los ingredientes son alemanes.
Les iba a explicar en detalle el proceso de elaboración, pero ahora revisando la página web de la fábrica encuentro que acá está el proceso (EDITADO: la url no existe más) muy bien explicado y con más detalles de los que recordaba...
Ese mismo sábado a la tarde queríamos hacer de una vez por todas el paseo en el Peñón del Águila, y esta vez sí pudimos. Fuimos en auto hasta el mismo punto que el día anterior, pero esta vez nos dieron el ok para las actividades (el día estaba impecable).
De esa estación nos llevaron al lugar de la actividad en lo que ellos llamaban un tren tirolés, que era una especie de vagón arrastrado por un tractorcito. Todo muy pintoresco, eso sí: todo pintado y ambientado a "lo suizo", con la geste vestida con las prendas típicas, y eso.
Nosotros fuimos principalmente por dos actividades: una era arborismo y la otra un espectáculo.
El arborismo estuvo bárbaro: luego de ponerte un equipo de seguridad te hacían recorrer unos puentes colgantes, aéreos, tendidos entre árboles. Los puentes iban desde uno bastante fácil hasta directamente no tener más que un cable de acero sobre el cual cruzar. Obviamente, por seguridad, siempre había otro cable de acero al cual uno iba enganchado, y del que te agarrabas para hacerla más fácil, :)
Duró unos 20 o 25 minutos, y aunque no parece demasiado complicado, uno termina transpirado como si hubiese corrido una maratón. Moni terminó que no quería saber más nada, pero al rato ya tenía ganas de hacerlo de nuevo, :)
Luego de esto nos quedamos paseando un poco por el lugar visitando la costa del río, hasta que comenzó el espectáculo. El mismo versaba sobre la Leyenda de Gambrinus, leyenda que explicaría la aparición de la cerveza en el mundo a través de un pacto entre Gambrinus y el Diablo.
Más allá de la historia, que estaba buena, y que era todo actuado por humanos vestidos a la época y con caretas, el toque de distinción que hizo buenísimo el espectáculo fue que estaba, sin perder el sentido de la leyenda, adaptado a Córdoba. Incluso, la historia era semi relatada por un diablito muy cordobés que le otorgó un carisma fantástico a todo el show. Imperdible, por ejemplo, al mismísimo Ángel Negro... ¡bailando cumbia igual que la Mona Gimenez! Muy recomendado este lugar si llegan a ir por la zona, tanto para grandes como para chicos.
Entre que terminó todo y que volvimos a casa, el día ya había caducado. Empezamos a guardar todo, comimos algo, y nos fuimos a dormir. Es que el domingo nos levantamos a las cinco de la mañana, porque ese mismo día se festejaban los 90 años de mi abuela Cándida, así que salimos súper temprano de Córdoba y casi a las cuatro de la tarde ya estábamos en el cumpleaños.
Lo hicieron en Namuncurá, cerca de Ciudad Evita. Comimos un muy rico asado hecho por Iván y el tío Enrique, y la verdad es que la pasamos muy bien. Todos, incluso la abuela, como correspondía, :).
Obviamente, después del viaje y del cumpleaños al aire libre, a la noche casi que nos desmayamos del cansancio.
Pero fueron unas vacaciones muy muy lindas, con muchas actividades y emociones, en una zona a la que seguramente volveremos, :) Como siempre, en Flickr dejé las fotos.