La semana pasada nos fuimos con Moni de vacaciones a Las Gaviotas.
Las Gaviotas es una playa que está entre Mar de las Pampas y Mar Azul. Poco conocida hasta ahora, con lo que no habían ochocientas mil personas por metro cuadrado en la playa, sino que se estaba bien. Y podías caminar un rato a un costado, y estar prácticamente solo.
Obvio, justo en las bajadas a la playa o donde hay paradores se junta gente, pero se estaba muy tranquilo.
Invitados por una Lá y Alfredo, que habían alquilado por una quincena, paramos en un pequeño complejo sobre la playa, muy lindo, con una estética semi oriental, llamado Heiwa.
La casita tenía dos pisos, abajo un living comedor, un toilette, y un pequeño pero lindo patio, con parrilla y todo (que supo ser muy bien aprovechada). Arriba habían dos dormitorios y un baño más grande.
Nuestro dormitorio no tenía vista directa al mar, pero sí lindo paisaje, como podemos ver en la siguiente foto (y permitía que entrara luz desde muy temprano, cosa que me encanta).
Con Mónica nos levantábamos siempre temprano, y salíamos a caminar (a veces sólos, a veces con Lá y Alfred). Después volvíamos, nos bañabamos, y desayunábamos. Esa es una rutina que me encanta.
Incluso salimos una vez para ver el amanecer. Bueno, la verdad es que salimos dos veces, pero la primera estaba nublado, lloviznaba, y nos cagamos de frío. Pero la segunda vez que buscamos la salida del sol estuvo muy bien, y sacamos lindas fotos.
Obvio, levantarse tan temprano implicaba luego dormir siesta, para luego disfrutar la noche. Salimos bastante a pasear, vimos muchas películas (tengo que hacer otro post al respecto), jugamos mucho a las cartas y al tejo, y fuimos a comer afuera en dos oportunidades (el resto, menos una vez que pedimos pizza, cocinamos nosotros, :).
De las dos veces que salimos a cenar afuera, una vez comimos sushi en el mismo complejo en el que paramos (muy bien), y en la otra oportunidad fuimos hasta Cariló a un bar de tapas, pero terminamos comiendo distinto: Lá pidió pastas con frutos del mar, Moni un cordero con papas españolas (en sartén, traído a la mesa), y Alfred y yo pedimos cochinillo con batata asada (era el plato del día, espectacular).
El viernes a la noche era Luna llena, y nos quedamos en la playa esperando la salida de la misma. No fuimos los únicos, pero igual estuvo muy muy bien.
La verdad que la pasámos bárbaro. ¡Gracias chicos!