Ayer tuvimos una de las mejores fiestas de casamiento en mucho, mucho tiempo.
Se casó mi primo Adrián con Analía (bueno, la verdad es que se casaron el viernes, ayer fue la iglesia y la fiesta).
La ceremonia religiosa arrancaba al mediodía, por lo que con Moni planeamos salir a las 11 de la mañana de casa. Nos levantamos con tiempo, nos bañamos, iba todo bien.
A las 10, lo único que quedaba por mi parte era coser el dobladillo del pantalón nuevo que había comprado, y plancharme la camisa (iba a usar una camisa que ya tenía, porque no habíamos encontrado algo que nos gustase cuando salimos a comprar). Moni, por su parte, se tenía que maquillar, planchar el pelo, etc.
Era el primer dobladillo que cosía, así que me llevó más de lo pensado. Pero a las 10:50 ya estaba terminando. Moni, que había terminado su parte, me ofreció planchar la camisa. A los dos minutos, vuelve y me dice "No podés usar esta camisa, está manchada con lamparones azules". :(.
No tenía camisa para el casamiento. :(.
Dos opciones me quedaban: ir de traje, o salir a las corridas a comprar una camisa. Eran las 11. La ceremonia arrancaba a las 12. Ouch!
Traje no quería usar: aparte de que quería estar menos formal (era fiesta de día), no me apetecía el estar todo el tiempo vestido de negro. Así que ultimamos detalles y salimos corriendo a comprar la camisa.
El lugar de compra fue fácilmente estipulado: hay un local de Kevingston en el Soleil, camino a Luján, al cual ya habíamos ido (ahí me compré el pantalón, pero en su momento no nos convenció ninguna de las camisas que había). Entramos al local, y la que nos atendió no entendía nada: lo apurado que estábamos, y que sabíamos donde estaban las camisas que queríamos, etc. Por suerte, al toque encontramos un modelo que nos gustó bastante, y "me la llevé puesta", literalmente.
Pegamos apenas una vueltita porque no sabíamos salir del Soleil tomando el Camino del Buen Aire para el lado de Luján, pero no nos perdimos: eran 11:45, y quedaba un buen tramo. Nunca fuí por el Buen Aire ni por Acceso Oeste tan rápido. Llegamos a la iglesia 12:23, pero todavía no había empezado :). ¡Por cinco minutos!
La ceremonia se hizo en la parroquia del barrio, una iglesia muy chiquita, y estuvo muy bien. Aunque el cura era un poco ortodoxo, la ceremonia no fue pesada. Luego de que salieron, y hubieron los correspondientes saludos, lágrimas, etc, arrancamos para donde se hacía la fiesta: parrilla Las Magnolias, ahí mismo a tres cuadras, un lugar hermoso.
El restaurante estaba dividido en tres áreas principales: patio de entrada, área interna, y parque. Al llegar, había una regia super picada en el patio de entrada: dos mesas con bebidas (me tomé un fernet con coca y dos gancia con limón), y una mesa laaarga con la comida: salame de Mercedes (¡espectacular!), jamón crudo, quesos varios, pan casero, pan saborizado, lechón frio, canapés, empanadas, etc. Muy bueno.
Mientras estábamos todos comiendo, llegaron los novios, pero sin mayor fanfarria: entraron solamente, de volver de sacarse fotos, y estuvieron ahí con nosotros. Luego pasamos todos al área interna, donde estaban todas las mesas para el almuerzo: choricito, morcilla, ensaladas, asado, pechito de cerdo, vacío, pollo, etc. Todo regado con un tinto Nieto Senetiner que estaba muy bien.
Luego salimos todos porque comenzó el baile, como es tradicional, con el típico vals entre los novios donde se va agregando gente. Y ya no volvimos a entrar, porque luego el vals degeneró en música más bailable, siempre en el patio de entrada, y bien pegado está el parque del lugar, donde estábamos todos charlando.
Ahí mismo en el parque pusieron algunas mesas juntas y armaron la "mesa de dulces", que abrieron con el corte de la torta de bodas, y un brindis entre todos. Me gustó el detalle que el brindis no se hace simbólico entre la pareja y todos levantando la copa, sino que repartieron el champagne (o sidra, a elección), y cada uno iba y brindaba con quien quería, incluído los novios.
Y acá quiero resaltar un detalle que hizo que en este casamiento uno se sintiera más parte de la fiesta. He ido a algunos casamientos donde los novios tienen que hacer quichicientos algos. Un algo puede ser cortar la torta, por ejemplo, o sacarse fotos de tal manera, o hacer tal o cual otra cosa. Lo que terminan logrando es que la pareja que se casa esté todo el tiempo siendo arrastrada entre algo y algo por alguien que organiza. El brindis muchas veces adolece de ese problema, porque uno brinda con los novios en sentido figurado, y no puede brindar realmente porque los novios ya fueron arrastrados hacia otro algo.
Al casamiento de ayer se lo tomaron con tranquilidad, y eso hizo que los novios estuvieran mucho más cerca de los invitados. Por eso cada uno podía agarrar su copita, brindar con el que tenía cerca, y luego ir y brindar con los novios.
Así, entre copa y baile fue cayendo la noche. Ya cerca del final de la fiesta, cayeron algunas gotas, pero muchos seguimos afuera, divirtiéndonos entre el baile y la alegría de todos.
Pero finalmente nos fuimos... y nos fuimos a la casa de los novios (no todos, sino algunos amigos que queríamos seguir la joda), donde seguimos comiendo, tomando, y charlando. La verdad, un remate del día de fiesta muy lindo. No nos quedamos mucho, porque con Moni estábamos rotos y nos faltaba un largo viaje de vuelta.
Así que al rato agarramos el auto y emprendimos el regreso. Habremos llegado a casa a eso de las 23 y monedas, pero tan cansados, ¡que no me acuerdo el haberme acostado!
Repito. Una de las mejores fiestas de casamiento en mucho, mucho tiempo.