Caída

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Se le ocurrió cuando volvía de buscar un nuevo bidón de detergente. No iba demasiado al depósito, especialmente ahora que estaba sola en el hotel y no consumía demasiado. Pero el hotel había cerrado ya hace dos semanas, y algunas cosas se estaban acabando en la cocina.

Para llegar al depósito debía pasar por el bar del hotel, desde donde se adivinaban las aguas calmas de la piscina a través del gran ventanal. La piscina estaba a oscuras, pero al volver con el bidón vio reflejarse las luces del bar en el agua, y se quedó mirando la pileta a través del ventanal, sintiendo casi sobre su piel la tibieza humedad del agua con cloro.

Fue hasta la cocina y dejó el bidón de detergente, sin distribuirlo en los envases más chicos, y volvió inmediatamente a la piscina. En lugar de prender la luz de ese ambiente, logró un efecto de penumbras encendiendo todas las luces del bar. El ventanal permitía ver casi la totalidad del lugar, pero los últimos metros de la piscina se escondían en un recodo. La piscina en si estaba rodeada de unas lozas de material antideslizante, y el techo era alto, lo que le daba una acústica especial al ambiente.

Atravesó un sistema de doble puertas batientes para entrar al lugar, y se acercó al borde del agua. Se arrodilló y sumergió apenas la mano, sintiendo la temperatura, alegrándose de que esté apenas tibia. Se incorporó, y casi en un mismo movimiento se sacó ambas zapatillas y el pulóver. Luego el pantalón. Pero antes de desabrocharse el corpiño, miró instintivamente al bar, a través del ventanal, recelosa sobre su intimidad. Fueron sólo unos segundos, hasta que se amonestó a si misma, diciéndose que no había nadie, que no podía haber nadie en el hotel.

Dejó el corpiño y la bombacha con el resto de la ropa, y empezó a descender por los escalones de la pileta, dejando que el agua vaya accediendo a su piel en partes, moviéndose muy despacio, para tratar de alterar la calma del agua lo menos posible. Siguió caminando, hasta que el agua le llego al cuello, y allí con un pequeño y brusco movimiento sumergió y volvió a sacar la cabeza entera.

Ya completamente mojada, fue levantando las piernas hasta quedar horizontal, haciendo la plancha en el agua tibia. Le encantaba esa posición, especialmente al estar desnuda, por el agua a media altura sobre sus piernas, y por la flotación de sus pechos, que ayudados por el agua parecían más turgentes de lo que realmente estaban. Pero lo que más le gustaba es que sus oídos quedaban sumergidos, logrando un efecto acústico que la ayudaba a relajarse.

Era todo silencio alrededor suyo. Se concentró en su respiración, amplificada por el silencio, y en el ruido tenue y neutro del murmullo que le arrancó al agua, moviendo apenas sus dedos como si fuese un piano. Entrecerró los ojos, jugando con desenfocar su mirada sobre los patrones de luz reflejados en el techo, ganando cada vez más tranquilidad...

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No supo cuanto tiempo había pasado desde que cerró los ojos hasta que notó el cambio. Pero fue de repente que sintió el agua más tibia de lo que debía. Y más viscosa. Se incorporó lo más rápido que pudo, y no se dio cuenta de lo que pasaba hasta que alzó su mano, y mirándola a la poca luz que venía del bar, comprendió que estaba nadando en sangre.

Se incorporó, desesperada, y avanzó lo más rápido que pudo hacia el borde de la pileta, moviéndose a través de la sangre, pero al mismo tiempo tratando de no tocarla, aunque tuviera todo su cuerpo inmerso en ella. Estaba aterrada por la situación, pero también profundamente asqueada, especialmente por sus propios pelos con sangre que se le pegoteaban en la cara.

Subió la escalera tomada de ambas barandillas, mientras la sangre chorreaba por su cuerpo desnudo, y comenzó a correr hacia la salida. El piso antideslizante, sin embargo, no está preparado para la mayor viscosidad de la sangre, y al segundo paso resbaló aparatosamente. Su cuerpo quedo unos instantes flotando en el aire, hasta que cayó como un peso muerto, golpeando la cabeza fuertemente contra el piso.

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Cuando despertó, no le sorprendió el charco de sangre alrededor suyo, ni el profundo, palpitante, dolor cabeza. Pero tardó en entender como era que estaba tirada en el bar, a la salida del depósito, todavía con el bidón de detergente en la mano.

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